
El poder está sexuado en masculino. Pero resulta que uno de los pocos lugares donde las mujeres experimentamos el poder femenino es en la escena de parto. Siempre y cuando no estemos atadas, acalladas, sometidas, humilladas, torturadas, amenazadas y drogadas.
La furia con la que la sociedad masculina se arrojó sobre el control de los partos, una vez que el sometimeinto a las mujeres perdió fuerza después de la rvolución industrial, muestra el inmenso poder que las mujeres ponemos de manifiesto en el acto de parir. La fuerza humana, física y emocional que se requiere para atravesar la experiencia del parto es incomparable con cualquier otra hazaña. Los héroes históricos suelen ser hombres que ganan alguna batalla. Las mujeres no aparecemos como heroínas históricas, ya que nuestras hazañas son cotidianas.
Ahora bien, si el parto no fuese el lugar donde una y otra vez las mujeres tenemos la posibilidad de reconocer y experimentar a fondo nuestra potencia, la sociedad en conjunto no se habría molestado en acallar todo vestigio de grito primario. Hay algo más. Toda mujer que haya logrado atravesar su parto sin condicionamientos, sin sometimiento médico, sin reglas, sin horarios, sin anestesias, sin infraestructura hospitalatia, sin jadear, sin métodos, sin guías, sin enseñanzas, sin tiempos, sin amenazas y sin ser observada...toma espontáneamente a su cría y NO LA DEJA JAMÁS. Eso es poder femenino. Eso es conexión con las entrañas femeninas. Eso es asumir la libertad de ser mujer.(...)
Somos tan pocas las mujeres occidentales que logramos sustraernos a los miedos propios y ajenos que hoy, para la mayoría de nosotras, es difícil imaginar una manera absolutamente libre, potente, bella, profunda, salvaje y sangrante de parir. Es indispensable comprender que un parto libre deja a cada mujer en un estado de libertad y de confianza inigualables. Y esa misma confianza nos va a permitir saber con total certeza que ese niño no debe estar en ningún otro lugar que no sea en nuestros brazos y en nuestros pechos. La certeza es tan potente que nos volvemos sordas a las opiniones externas. El mundo circundante puede seguir rodando, que nosotras permaneceremos con el niño en nuestro propio paraíso. Quien quiera participar, que se incluya. Y quien no quiera, que siga su camino.
Ahora bien, si no hemos parido en libertad o si no hemos accedido a esta información, si creemos que esas excentricidades no están hechas a nuestra imagen y semejanza, pero tenemos niños pequeños, no significa que no podamos resarcirnos. Tendremos que retomar desde el principio. No importa qué edad tengan nuestros hijos, SIEMPRE HAY TIEMPO PARA VOLVER A COGERLOS. Siempre estamos a tiempo para observarlos. Cualquier situación nos invita a tenerlos en brazos, aunque necesitemos estar sentadas por el tamaño de sus cuerpos. Detenernos y mirar. Permanecer. Volver a estar disponibles. Y darnos cuenta de que el poder emana de la confianza que surge entre ellos y nosotras.
De la Revolución de las madres. Laura Gutman.
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