Como lo femenino vive en el mundo de las sensaciones y de la participación corporal, Ella tiende a hacerse adicta a la experiencia sensual, tal vez saboreando dulces deliciosos, comprándose hermosos vestidos o experimentando sensaciones sociales y sexuales frecuentemente. Si lo femenino se hace adicto, su adicción suele estar relacionada con modos de llenar su sentimiento de vacío.
Lo masculino, por su parte, se siente más en casa en la "muerte" que en la vida, en la mente que en el cuerpo. Él tiende a hacerse adicto a reducir la sensación, a vaciarse y a liberarse en la "perfección" parecida-al-vacío. Él se hace adicto a la bebida hasta el punto de insensibilizarse y olvidarse, a tener orgasmos para vaciarse en el sueño o a trabajar tan duro para alcanzar la perfección profesional que descuida sus relaciones y su vida emocional.
Las adicciones siempre son intentos de alcanzar un sustituto del sentimiento de verdadero amor o de verdadera libertad. Lo femenino se hace adicto a compensar el sentimiento de vacío, adicto a las aproximaciones a un amor verdaderamente satisfactorio. Lo masculino se hace adicto a liberarse de su sensación de constreñimiento, adicto a las aproximaciones a una libertad verdaderamete liberadora. Tanto a través del sustituto del amor, que es la plenitud inducida por la comida, como del sustituto de la libertad, que es el olvido inducido por las drogas, lo masculino y femenino sólo tratan de descubrir la verdad de su esencia negada.
(En Íntima Comunión, de David Deida)
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